Contar mentiras
La mayor ridiculez estriba en sostener que no se puede bromear con el 23-F porque esa noche los españoles se jugaron las libertades. Precisamente el falso documental se caracteriza por carecer de límites
Más interesante que hablar del falso documental de Jordi Évole sobre
la intentona de golpe del 23-F, sería hablar sobre las reacciones que ha
generado. La urgencia opinativa, que es el elemento principal de las
redes sociales, tiene la virtud de la inmediatez, pero el defecto de la
irreflexión. Y una opinión, para ser útil, tendría que venir algo
macerada. Las redes sociales son estupendas para transmitir situaciones,
sucesos, pero no para analizar sus consecuencias. Gran parte de la
indignación que provocó Operación Palace proviene de quienes se
sintieron víctimas de un engaño. Con el tiempo, celebrarán la emisión,
puesto que fueron sus espectadores ideales.
La mayor ridiculez estriba en sostener que no se puede bromear con el
23-F porque esa noche los españoles se jugaron las libertades.
Precisamente el falso documental, como el chiste, son géneros que, te
gusten o no, se caracterizan por carecer de límites. Quien les exige
esos límites pervierte su función y se convierte en un censor. Se le
puede reprochar al programa que no fuera más brillante en la elaboración
de su mentira, que levantara un aparato de falsedad más indescifrable,
pero sostener que Évole pierde para el futuro la credibilidad
periodística es tan disparatado como acusar de malos padres a quienes
cantamos aquel Vamos a contar mentiras, tralalá a nuestros hijos.
Al acabar el programa de Évole, Iker Jiménez dio voz en Cuatro a las
habituales teorías conspirativas sobre el 23-F. Son legión quienes
expresan sus reticencias con marchamo de periodismo serio, investigación
profunda y análisis de señales tanto conscientes como subconscientes.
Si alguien tiene ganas de tomarse en serio el 23-F debería indignarse
por esa cantinela, habitual en cada aniversario del golpe, que crece y
crece sin unos mínimos de rigor y bien lejos de la maravillosa salud
mental que propone lo confesadamente falso. Sostener que José Luis Garci
puso en escena el asalto al Parlamento en 1981 y que por ello fue
premiado con el Oscar dos años después, y no en 1982 como sostiene
Wikipedia en otro de sus miles de errores, es un guiño a la construcción
de nuestro país, infinitamente más ambicioso que todas las reacciones
airadas, las apropiaciones de la verdad y las versiones iluminadas que
llevamos 33 años padeciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario