La cultura que nos merecemos
Es que para resolver adecuadamente un problema de matemáticas,
primero hay que entender el enunciado del problema. Si estos informes
son ciertos, tenemos un problema muy serio en los fundamentos de la
educación (leer, escribir, sumar, restar, multiplicar, dividir...). A lo
mejor hay que replantearse esta obsesión de que cualquier tipo de
adquisición de conocimiento tenga que pasar por lo audiovisual
necesariamente.
La noticia de que en el estudio que mide las competencias básicas de los adultos España suspende estrepitosamente
es triste: no sabemos ni leer ni escribir, así que, como bien dice
usted, cómo vamos a aprender nada. La reacción de los comentaristas ha
sido inmediata y previsible: ¡la culpa es del PP! Y es verdad, también
es del PP, pero ¿cuántos años ha gobernado el PSOE? ¿No recuerdan
ustedes a Rubalcaba menospreciando a los estudiantes en huelga, con más
chulería incluso que Wert? Pues aquellos polvos también trajeron estos
lodos.
Por mi parte, estoy de acuerdo con usted en
que algo de culpa también tiene la llamada “cultura audiovisual”, es
decir, una cultura medieval, en la que sólo el cura sabía leer y los
demás miraban los santos, las pinturas y las estatuas para intentar
entender algo. A lo mejor lo que hay que replantearse es que adquirir
cultura no tiene por qué ser fácil. Pero me parece que por debajo de
todo eso hay dos ideas ensambladas una a otra y que son las que de
verdad nos impiden progresar. O nos quitan las ganas de hacerlo.
Primero, la idea de que la cultura debe ser obtenida sin esfuerzo. Segundo, y como consecuencia lógica, que es gratis.
La primera idea ha provocado el relativismo cultural que, en mi
opinión, ha convertido el conocimiento en una chirigota. ¿Por qué va a
ser más importante La Ilíada que La guerra de las galaxias?
Pues porque sí. Otra cosa es que entender a Homero lleve mucho trabajo,
mientras que una peli se ve en un periquete. El relativismo es
complaciente, facilón y un simulacro, porque creo que, en el silencioso
fondo de nuestros corazones, todos sabemos que no vale lo mismo ocho que
ochenta. Adquirir una cultura es lentísimo, laborioso, exige esfuerzo y
disciplina, así que ¿por qué no buscar algo entretenido y fácil, y
pretender que también es una cultura?
Casi al lado de esta noticia, aparece la que afirma que los españoles son los segundos de la zona euro con más casas en propiedad.
En propiedad del banco, debe querer decir, pero el sentido es el mismo:
lo único que se posee son los bienes inmuebles, porque la cultura
carece de valor. Una vivienda, una plaza de garaje, un cortijo son
propiedades de las que algunas familias viven desde la Edad Media,
cuando por primera vez se apoderaron (a menudo por la fuerza) de su
terrenito. De los beneficios de escribir el Quijote,
en cambio, poco obtuvo su autor y nada que se pudiera transmitir más
allá de cien años después de su muerte. Los españoles han entendido muy
bien el país en el que viven: compra pisos, melón, que como escribas el Quijote o
una sinfonía o una ecuación, no llegarás jamás a fin de mes y dejarás a
tus nietos en la calle. Ya no se lee a los clásicos, porque es más
agradable ver la tercera temporada de cualquier serie y mantener que esa
es “la gran narrativa de nuestros días”, pero los clásicos afirmaban
que sólo se posee lo que no se puede perder en un naufragio. Es decir,
la cultura, lo que uno ha aprendido; no el piso hipotecado.
Nos sacan los colores los estudios que nos califican de ignorantes,
pero se nos pasa pronto la vergüenza: lo que nos interesa es comprar el
piso. Queremos cultura, cómo no, pero sólo si es gratis y no nos cuesta
ningún esfuerzo conseguirla. Si puede ser, en peli mejor que en libro,
que se tarda menos y es más fácil.
A ese precio, con
esas condiciones, tenemos la mejor cultura que podíamos haber obtenido.
¿De qué nos quejamos? Hasta demasiada, me parece.
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