Cuelgo este texto de Isaac Rosa (aunque ya sé que me repito un poco en el mismo autor) que tiene que ver tan de cerca con lo que nos está pasando, pero desde una perspectiva cercana a los manuales de instrucciones del argentino Julio Cortázar.
Instrucciones para odiar a Fernando Simón
Los odiadores de Fernando Simón se multiplican en la política, los medios y las redes. Si piensas que es difícil odiarlo, sigue estos sencillos pasos
Isaac Rosa, el diario.es, 21 de abril de 2020
Estoy harto, estoy
cabreado, estoy asustado, y necesito yo también un chivo expiatorio en
el que volcar las emociones negativas del confinamiento. Así que he
decidido apostar sobre seguro: me sumo a la corriente de odio que en las
últimas semanas recorre la vida política y mediática: el odio a
Fernando Simón.
Ojo, que hablo de "odio", no de
críticas, reproches u objeciones. Así que no se me den por aludidos los
críticos razonables de la labor del director del Centro de Coordinación
de Alertas y Emergencias Sanitarias. Hablo de ODIAR, con todas las
letras, y respetando la definición precisa del diccionario: "antipatía y
aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea".
No sé si te ha llegado la onda, pero los odiadores de
Fernando Simón se multiplican en la política, los medios y las redes.
Sí, a mí también me parecía sorprendente tanta inquina, hasta que me he
unido a ellos. Si como yo, también tú quieres odiarlo aunque sea por un
rato, te ofrezco un método rápido. Quizás piensas que es difícil odiar a
Simón, pero con estos sencillos pasos lo conseguirás:
1.-
No sigas las comparecencias de Fernando Simón. Desconecta desde ahora
mismo, o no conseguirás odiarlo. El tipo lleva dos meses dando la cara a
diario, explicando con paciencia, sencillez y pedagogía asuntos
complejos y controvertidos a una audiencia en shock,
dando la cara por el equipo al que pertenece, asumiendo errores propios
y ajenos, y respondiendo preguntas de la prensa. Si lo ves a diario,
caerás en su hechizo, te parecerá un tipo agradable, cercano, incluso
simpático. ¡Aléjate de él! Puedes acabar pensando que, aun con todas sus
equivocaciones, está haciendo un buen trabajo en un momento tan
difícil. Así que deja de verlo. Sustituye las largas comparecencias por
cortes de vídeo sacados de contexto: ¡Fernando Simón riéndose de los
muertos! ¡Fernando Simón asegurándonos que esto sería una gripecilla!
¡Fernando Simón diciendo una cosa y la contraria! ¡Fernando Simón
tosiendo sin taparse con el codo! Cuando hayas completado los siguientes
puntos, podrás volver a ver sus comparecencias, que entonces te
servirán para consolidar y acrecentar tu desprecio.
2.-
Olvida quién es Fernando Simón y de dónde viene. Olvida su currículum,
sus servicios prestados, su prestigio. Olvida los años que lleva en el
cargo, y los gobiernos para los que ha trabajado. Olvida quién le
nombró. Piensa mejor que es un incapaz, un inepto, una catástrofe con
patas. Si no lo consigues, no pasa nada: reconoce que es un tipo
preparado, pero servil. Un títere al servicio del gobierno. Las dos
opciones valen. Win-win.
3.- Aplícale un buen sesgo retrospectivo: todos sabían lo que iba a pasar, menos él. Más aún: todos sabíamos
lo que iba a pasar, menos él. Todos los expertos vieron venir la
pandemia, menos Fernando Simón, que infravaloró las señales. Todos los
epidemiólogos alertaron de millones de contagiados y miles de muertos,
pero Fernando Simón no los escuchó. Todos los organismos internacionales
pidieron que los países se preparasen para la mayor crisis planetaria
en un siglo, pero Fernando Simón dijo que tranquis. Todo el mundo sabía
que sería una masacre ir a las manis del 8 de marzo, pero Fernando Simón
nos animó a ir.
4.- No mires lo que sucede en otros
países, cómo otros gobiernos gestionan la crisis. Ni caso a los que
dicen que todos han llegado tarde, incluso más tarde que España, y que
la diferencia de impacto no está en la falta de previsión sino en otras
causas estructurales o políticas previas (la inversión en sanidad e
investigación, por ejemplo). No atiendas a quienes reconocen el esfuerzo
de España (de su ciudadanía confinada sobre todo) para controlar el
estallido y revertirlo poco a poco (muy poco a poco, sí). Y deja de
mirar las cifras de muertos por países, no sea que otros nos acaben
adelantando y nos chafen el odio.
5.- No disculpes ni
un error, ni de Simón, ni del resto del equipo de crisis, ni por
supuesto del gobierno. No concedas nunca el beneficio de la duda.
Castiga por igual los titubeos iniciales para tomar medidas o la
gravísima desprotección de los trabajadores sanitarios, que un
malentendido en una rueda de prensa, o una medida torpe y en seguida
rectificada (¡los niños en el súper!). No aceptes en ningún momento que
puedan ser humanos falibles, sometidos a enorme presión, desbordados por
la peor crisis en décadas, agotados, tomando decisiones en tiempo real y
sin precedentes ni experiencias a seguir. ¡Leña al mono!
6.-
No te fijes en quiénes son sus odiadores. Insisto: no sus críticos,
hablo de sus odiadores. Quiénes son los políticos y periodistas que en
los últimos días han dicho todo esto de Fernando Simón: irresponsable.
Supuesto experto. Epidemiólogo celebrity. Inepto.
Negligente. Mentiroso. Adoctrinador de niños. Al servicio del
socialcomunismo. Servil. Marioneta. Muñeco de ventrílocuo. Siniestro.
Sinvergüenza. Indecente. Doctor Muerte. Psicópata. Imbécil. Payaso.
Monigote ridículo. Mamarracho. No quieras saber quiénes han pronunciado
todos esos calificativos que he recogido de intervenciones, columnas,
tertulias o tuits, no sea que no te guste estar en el mismo equipo con
ellos.
Si has seguido estos seis sencillos pasos,
enhorabuena: ya puedes odiar a Fernando Simón. Si aun así se te resiste y
todavía te entran ganas de darle las gracias y un abrazo (¡distancia
social, recuerda!), lo sentimos. Tendrás que conformarte con criticarlo,
a él y a su equipo y al gobierno para el que trabaja, seguir señalando
sus errores pasados y los que vendrán, y esperar pacientemente a cuando
pase la urgencia y estemos en condiciones de exigir responsabilidades, y
también ceses, incluido el del propio Fernando Simón. Si es que no
dimite él antes, que bastante está aguantando.
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