martes, 31 de marzo de 2020

Otro (posible) comentario de texto

Un compañero vuestro me envía esta columna de Almudena Grandes publicada ayer lunes, 30 de marzo, en El País. Es cortita y creo que merece una reflexión por parte de muchxs. A ver qué os parece. (Como ya he señalado, este comentario de texto es voluntario.)


Solidaridad
El diccionario define el término emergencia como un suceso, un accidente que sobreviene. El verbo sobrevenir se aplica a situaciones que llegan de improviso, cuando nadie las espera. Por definición, una emergencia no se puede prever. Si fuera posible anticiparse a ella, no se trataría de una emergencia, de lo que se deduce que es imposible atajar una emergencia a tiempo. En estos momentos, muchos españoles presumen de ser más sabios que los diccionarios. Los epidemiólogos aficionados, que lo saben todo y arreglarían esto en dos patadas si les dejaran, se han multiplicado por una cifra que deja muy atrás la de seleccionadores nacionales en vísperas de un Mundial de fútbol. Mientras el sensacionalismo populista sobra más que nunca, la cordura y la verdad nos hacen más falta que los respiradores. Por eso aplaudo el manifiesto de un grupo de profesionales de salud mental que han valorado el estado de alarma y el impacto que esta denominación, intrínsecamente ligada al miedo y a la incertidumbre, puede llegar a tener sobre la población más vulnerable, personas solas, desamparadas, sin familia. Esta enfermedad no es peligrosa para la inmensa mayoría de la población española, dicen, y llevan razón. Tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, añaden, y quienes hemos decidido quedarnos en casa no estamos en peligro. Hemos tomado esa decisión por solidaridad con los más débiles, no para ahorrarnos un contagio que superaríamos sin grandes dificultades, sino para evitar contagiar a quienes no lo lograrían. Por eso proponen que se ponga en valor el término solidaridad, que se hable de estado de solidaridad en lugar de estado de alarma. Porque las palabras importan y nadie sabe más que un diccionario. (Almudena Grandes, «Solidaridad», El País, 30 de marzo de 2020)

domingo, 29 de marzo de 2020

TAREAS PARA UN CONFINAMIENTO

Aprovecho que no podemos salir de casa, para que llevéis a vuestras casas algunas de las múltiples opciones culturales que se están poniendo al alcance de todxs a causa de esta crisis epidemiológica.

Para empezar, teatro: mucho teatro:
- El INAEM (Teatroteca) pone a disposición de lxs usuarixs un catálogo extenso de las últimas producciones de teatro que se han estrenado en España (con muy buena calidad y gratis: solo hace falta que os registréis): http://teatroteca.teatro.es/opac/#indice
No sé ni qué recomendaros porque tienen de todo: clásico (La hija del aire), contemporáneo (podríais ver algo de Angélica Liddell —adelanto que varios de sus montajes son bastante duros—, Ron Lalá —mucho más gamberros y divertidos— o Rodrigo García. Basta que los busquéis en la casilla correspondiente y los reservéis.
- Varias obras que se estaban representando en el Teatro del Barrio ahora se pueden ver gratis a través de su página web: https://teatrodelbarrio.com/
Y desde ella enlazáis a su plataforma de Youtube (esta en concreto es sobre la Sección Femenina, que tanto tiene que ver con el libro de lectura de esta 3.ª evaluación):
https://www.youtube.com/watch?v=307GvYjSIdg&feature=emb_err_watch_on_yt
(si este enlace no funciona entrad desde la página principal del teatro, clicáis en el vídeo y luego lo abrís en ventana aparte). A mí la obra de la Sección Femenina no es la que más me gusta de las que tienen: os recomiendo mucho mejores las de Emilia (Pardo Bazán, aunque no entra en el temario de este curso) o la de Gloria (sobre Gloria Fuertes, que sí entra).
- La Joven Compañía —formada por actores casi de vuestra edad— también está colgando en abierto muchas de sus obras. Hace un mes fuimos con los 4.º a ver la de Fortunata y Benito y les encantó, pero hay más. Buscadlas en https://www.lajoven.es/
Y luego las abrís en Youtube.

De cualquier obra que veáis podéis mandarme una reseña (un resumen crítico del montaje: argumento y características particulares de esa puesta en escena: vestuario, interpretaciones, dirección, luces, sonido, escenografía, etc.; de, al menos, dos caras) y lo tendré en cuenta para la evaluación.

Hay mucha oferta también de libros gratis para descargar online, cómics, ensayos, conciertos de música (de todo tipo), visitas a museos y exposiciones, ópera... Como hay tantísimo, en estas disciplinas os dejo rienda suelta para que investiguéis por vuestra cuenta. [Eso sí, antes de hacer un trabajo/reseña sobre algo de esto, mandadme un mail para confirmar si vale, o no; por favor.]

Sintaxis
Además, os pego algunas oraciones compuestas más (estas no han caído en EvAU sino que las he tomado de acá y allá) para que podáis seguir analizando:

1. Dado que estaba fresca, podría correr deprisa
2. Me imagino lo que estás pasando así que no me vengas con dobles verdades.
3. Me advirtió de lo que me ocurriría, pero qué fácil es decirlo.
4. Se habló de las armas que se utilizaron en aquel conflicto.
5. No me acuerdo de qué dijeron, pero, aunque lo supiera, no te lo podría repetir.
6. Me preocupa el hecho de que no se queje.
7. Le das demasiada importancia a que te paguen en metálico.
8. Trae todos los libros aquí menos los de tu hermano.
9. Cerraron la empresa a la que se atribuya el vertido 
10. La única razón es que estamos más dispuestos a sacrificarnos en el deporte.
11. En el día de la filosofía, aprovecharé para hablarles del placentero oficio que tengo.
12. Informa de que has llegado a quienes te esperan 
13. No creo que exista un adolescente que no se sienta un guerrero desnudo.
14. Ella, sabiendo lo perseguido por sus ideas, lo escondió en su casa.
15. Trabajan tan rápidamente que acaban siempre los primeros.
16. Por mucho que se queje, su dolor resulta tolerable.
17. Como se descubra eso, se montará un buen lío.
18. Gracias a que lo anunciaron, el perro pudo ser adoptado.
19. Alfonso, tomate un respiro, que estás de vacaciones.
20. Como yo te he querido, así no te querrán.
21. Se acuerda de los que quedaron atrás y sabe que no tiene remedio.
22. Haré los trámites cuando pueda pero no os preocupéis por mí.

Palabras para analizar morfológicamente podéis sacar de muchas páginas de intenet, o de cualquier libro o diccionario; y si tenéis dudas sobre cómo se corrigen, lo mismo, me mandáis un mail y os digo.

También valoraré si hacéis algún comentario en las entradas del blog que más os interesen: comentarios argumentados, eso sí, y con substancia razonada. Firmados, por favor.
Bueno, chicxs, cuidaos mucho; procurad no salir de casa (aunque sé que cuesta mucho, y más a vuestra edad) y aprovechad estos días para estudiar, pero también para leer, chatear, ver alguna peli o serie buena, pensar, aburriros, desconectar, organizarse y estar con lxs vuestrxs.
Un fuerte abrazo

lunes, 23 de marzo de 2020

Cómo imaginar el futuro

Un texto para leer, no para analizar. Es un cuento que publicó ayer Isaac Rosa (uno de los novelistas actuales que aparece en el tema 8 de Literatura). En realidad, no quiero un comentario de texto. Me gustaría que lo leyerais y que me escribáis un texto —trabajo voluntario, por supuesto— sobre cómo pensáis que será todo cuando esto acabe, qué haremos, qué es lo que más os apetece hacer, qué os preocupa... Lo que os apetezca. Creo que el texto es muy inspirador y que os puede ayudar a pensar en ello. Os doy una semana para que lo hagáis, lxs que queráis.

Y también enlazo a un artículo de Santiago Alba Rico y Yayo Herrero, que me ha gustado, sobre esta crisis. Una cuestión de semántica, que afecta a mucho más que la semántica: por qué hay que llamarlo catástrofe y no guerra.

 

¿Te acuerdas de aquel paseo que dimos, cogidos de la mano?

Nostalgias que apuntan al futuro; un cuento para leer cualquier tarde en el balcón

Isaac Rosa, eldiario.es, 21 de marzo de 2020


¿Te acuerdas de aquel paseo que dimos, cogidos de la mano?
¿Te acuerdas de aquel paseo que dimos, cogidos de la mano? RIKI BLANCO
Estamos los dos en el balcón, apoyados en la barandilla, la calle desierta ahí abajo, ventanas iluminadas en la fachada de enfrente, y arriba un rectángulo estrecho de cielo urbanizado, sin estrellas.
—Ya es primavera —dice Manel.
—En el Corte Inglés —le completo la frase.
—Eres una borde. ¿Nos escapamos esta noche? Estaría bien salir un rato.
—Sí, claro, a bailar —respondo, en efecto demasiado borde. Llevamos unos días de tensión doméstica, hemos discutido esta misma mañana y a mí todavía me dura el mal humor.
Quedamos unos segundos en silencio cotilleando el vecindario frente a nosotros: cenas familiares, penumbras azuladas de televisores, una silueta borrosa tras la ventana esmerilada de un baño, una mujer que pedalea aburrida en una estática. Y el del saxofón. Tiene la ventana abierta y ataca con el saxo un tema que cruza la calle como un cable hasta nosotros. Veo la sonrisa de Manel al reconocer la melodía, y me digo a mí misma: venga, Luisa, acepta esta casualidad musical como oportunidad para reconciliaros.
—¿Te suena? —me pregunta, y la silba por si no me he enterado.
—Mmmm… No caigo ahora —bromeo, como muestra de buena disposición.
—Siempre que la oigo vuelvo a aquel día…
—Peligro, desprendimiento inminente de nostalgia, despejen la calle —imito voz de megáfono.
—Ríete, pero es que cuando me acuerdo me parece increíble que nos conociésemos, porque podía no haber sucedido, y no estaríamos hoy aquí tú y yo. Faltó poco aquel día para no encontrarnos. Fíjate que yo no pensaba salir, llevaba ya tres días seguidos de fiesta. Me convencieron los compañeros del curro para tomar unas cervezas, como todos los viernes a la salida. "Una y me voy", prometí. Recuerdo que estaban todos los bares llenos, nadie se quería ir a casa, era el día grande de las fiestas. Para llegar a la barra tenías que abrirte paso con el machete entre cuerpos apretados. Y entre tantos bares y tanta gente se produjo, oh, el milagro: tú y yo nos encontramos.
El del saxofón sigue poniéndonos banda sonora, y decido unirme al juego nostálgico:
—El milagro puedes agradecérselo a mi compañera de piso de entonces: nada más llegar a las fiestas se perdió con ¡un italiano! al que acababa de conocer, y me dejó colgada. Por eso llamé a mi amigo Rafa y terminé uniéndome a vuestro grupo, no tenía ganas de irme ya a casa.
—Apareciste en el bar, diste abrazos y besaste a todo el mundo. Rafa nos presentó, y tú me diste dos besos, pero no los típicos besos tirados al aire sin siquiera rozar, sino dos besos bien plantados. Muac, muac.
—Y ahí ya te enamoraste de mí, ¿no?
—No, eso fue un poco después. Al principio no me fijé mucho en ti, pensaba que estabas con Rafa, ya que él te echaba el brazo por el hombro mientras hablabais. Siempre tan sobón. De allí nos fuimos al concierto y…
—No, primero estuvimos en el parque, compartiendo unos litros.
Pasamos un rato reconstruyendo aquel día, legendario de tantas veces que nos lo hemos contado, aunque hoy con especial detalle. El concierto en la plaza, los empujones para llegar al escenario, las oleadas nerviosas del público que nos acercaban y alejaban. Cuando por fin empezamos a hablar entre nosotros, y teníamos que aproximar la cara para hacernos oír, la calidez de su aliento en mi oreja. Lo mucho que bailamos pese a que casi no podíamos movernos. Y cuando al salir del concierto, para no perdernos, nos dimos la mano y así avanzamos entre la multitud, tomados de las manos calientes que siguieron enlazadas cuando alcanzamos una calle más despejada y ya no nos soltamos. El bar en que nos metimos muertos de hambre y que estaba lleno de viejos, lo que nos reímos con aquellos abuelos, acabamos bailando pasodobles, cada uno con una pareja que nos doblaba la edad. El largo paseo que dimos por el casco antiguo, había gente por todas partes y nosotros caminábamos sin rumbo, a paso lento, por el puro placer de recorrer la ciudad, hacerla nuestra, estirar por sus calles el hilo de nuestro deseo. Aquella plaza en la que nos sentamos a descansar, en un banco, apretados para aliviarnos el relente de la madrugada, y a la que luego hemos vuelto tantas veces para sentarnos en el mismo banco.
—Y el amanecer en la playa, descalzos sobre la arena fresca.
—Algo más que descalzos.
—Eso ya es contenido adulto, ten cuidado no haya niños escuchando.
—No había quien nos metiera en casa aquel día. Tras la playa buscamos un bar de desayunos, no queríamos irnos a dormir, seguimos deambulando por el paseo marítimo, por parques llenos ya de deportistas, y avenidas donde los comerciantes levantaban perezosos las persianas a nuestro paso. Qué bien se estaba en la calle, qué acogedor era el mundo en aquellas horas felices.
El del saxo hace ya un rato que calló, quedan pocas luces encendidas en el edificio de enfrente. ¿Le brillan los ojos a Manel? Enfatiza sus palabras con un suspiro:
—Me metería ahora mismo en la máquina del tiempo para aparecer en aquel día. Las fiestas, el paseo, la playa, la deriva por la ciudad. ¿Tú no?
—Sí que te ha dado fuerte la nostalgia. Pero sí, no me importaría volver a estar allí, fue bonito.
—No solo por nuestro primer encuentro: todo en aquel día era especial, la ciudad parecía electrizada, nos recorría a todos una energía que no había dónde encerrar. Todo el mundo recuerda las fiestas de aquel año.
—Normal. Fueron las primeras después de la cuarentena. No hacía ni dos meses que habían levantado el estado de alarma.
—Celebrábamos que estábamos vivos. Que habíamos recuperado todo aquello que llegamos a creer perdido.
—Recuerdo que durante un tiempo, cada vez que en una película veía gente abrazarse, cogerse de la mano por la calle o simplemente hablar a corta distancia, me sobresaltaba, sentía un reflejo de extrañeza.
—No me importaría pasar una cuarentena contigo, amor.
—Eso ni en broma. Venga, ¿salimos un rato? Todavía hay bares abiertos.
—¿Qué tal un paseo nocturno por el casco antiguo? Sin rumbo, a paso lento, por el puro placer de recorrer la ciudad…
—Acabaremos en la playa, te veo 
—Vámonos. A la calle. Ahora.

viernes, 13 de marzo de 2020

Un posible comentario de texto para quien quiera

No tocarnos

Es pronto para saber cómo es el amor en los tiempos del coronavirus. Si habrá una explosión de onanismo o un pico de natalidad de fin del mundo


Estos días frenéticos y extraños sufrimos unos pocos grandes dramas y muchísimos dramas pequeños. Los primeros —los muertos, los enfermos, los positivos, los trastornos de vidas y haciendas— salen en bucle en las noticias. Los segundos, íntimos, invisibles y sin reflejo en el producto interior bruto, son las procesiones que llevamos por dentro. Pienso en aquellos que anhelan tocar y ser tocados y no van a poder serlo durante un periodo indefinido de tiempo. No hablo, no solo, de lo que están pensando. Hablo del contacto físico ajeno nos hace sentir vivos. De esos presos que esperan el careo piel con piel con los suyos como el litio que les permite seguir cuerdos. De esas parejas que no pueden quitarse las manos de encima autosometidas a una orden de alejamiento de un metro que, para el caso, viene a ser un mundo. De esos ancianos conviviendo en sus residencias con el doble fantasma de la soledad y el miedo mientras les asean extraños con mascarilla y guantes de látex. No hablo de civismo, ni responsabilidad, ni sentido de Estado. De eso ya hablan las noticias. Hablo de cómo nos tocará el alma no tocarnos hasta nueva orden.
Va a ser verdad que todo está contado y cantado. Que este era el muro de metacrilato que no nos deja olernos ni manosearnos de Kiko Veneno. El no tocarte y pasar todo el día junto a ti de Radio Futura. El ángel exterminador de Buñuel que nos acongoja, nos acojona y no nos deja salir teniendo todas las puertas abiertas. Y todo, mientras fuera estalla una gloriosa primavera con millones de adolescentes expulsados de las aulas viviendo en propia carne la lucha entre el mandato social de no tocarse y el hormonal de comerse a besos. Es pronto para saber cómo es el amor en los tiempos del coronavirus. Si habrá una explosión de onanismo o un pico de natalidad de fin del mundo. Lo difícil, si la alerta se eterniza, será decidir si vivir sin tocarnos es vida.

martes, 10 de marzo de 2020

Mateo Morral

Aprovecho la visita que hicimos hace unos días por Madrid, siguiendo los pasos de Max Estrella y su fiel compañero Don Latino, para enlazar con esta noticia que se hace eco de la foto que os enseñé ese día durante la ruta literaria. En ella además se ve la foto del árbol donde apareció la inscripción incriminatoria. Alias «Dinamita».