jueves, 17 de octubre de 2019

Comentario de texto A (resuelto)

    Ahora que el dolor y los nombres de los heridos y los muertos dejan paso a las preguntas, la necesidad de explicaciones y las reparaciones, ahora, que es el momento para que hablen los políticos y los gobernantes (y no antes, cuando la atención y las medidas debían centrarse en las víctimas), ahora es el tiempo para reflexionar sobre los porqués. No el mayor y más desgarrador, por qué a esa hora, por qué ese hombre, esa muchacha, por qué el fin de una vida joven y sin culpas mayores. No existe razón para ninguno de esos doscientos muertos, ni para la amputación bárbara de pies y manos, ni para el recuerdo perenne de los vagones retorcidos. No la hay, salvo que la vida es imprevisible y cruel pese a nuestras construcciones imaginarias y nuestros consuelos de rutina y tranquilidad, que sabemos que habrá un fin pero no tenemos el menor poder para preverlo o atenuarlo.
    Sin embargo, si como algunas de las pruebas apuntan, como la mayor parte de los diarios internacionales parecen creer, nos encontramos frente a un atentado islamista, habrá otros porqués; los terroristas habrán pasado por alto las manifestaciones populares, el no a la guerra de hace un año, para vengarse de la decisión política que se tomó sin escuchar el rechazo general, y eso nos los hará aún más crueles y sanguinarios. Como españoles, la mayor parte de nosotros podíamos comprender el odio y el ataque a los estadounidenses, no hacia nosotros. Pero nada real hicimos para detener esa guerra. No exigimos un referéndum, no se paralizó el país durante días, ni siquiera se censuró esa política en las elecciones municipales. Quizás porque la catarsis de las manifestaciones masivas nos dejó satisfechos, quizás porque tradicionalmente somos un pueblo pasivo, resignado a los tejemanejes políticos y poco participativos. Quizás porque las posibilidades de inversión en Afganistán e Iraq eran tan interesantes que no se podía prestar atención a ninguna queja.
    Fuimos parte agresora en esa guerra, con una actitud muy similar a la de los americanos; lamentábamos las víctimas, pero se libraba lejos de nuestro territorio. Y la percepción de sentirnos en contra, de habernos mostrado en contra, nos hacía desvincularnos de las decisiones políticas, como si los españoles que colaboraban con Inglaterra y EE UU no fuéramos nosotros.
    Lo éramos, y al participar en esas matanzas nos pusimos en peligro. Nunca se entra en una guerra impunemente. Nada puede justificar una muerte, pero por ello mismo todas las muertes son iguales. La del afgano y la del Pozo. La del niño iraquí y la del bebé número 199.
    No nos lo merecíamos, pero no somos una sociedad inocente. Sí ciega, sí poco reflexiva, sí ensoberbecida con nuestros pequeños logros en el mundo. Michael Moore, en sus dos ensayos sobre la política estadounidense habla de cómo los americanos no acaban de entender por qué el resto del mundo les odian. Nosotros, al parecer, tampoco lo comprendemos: por desgracia, por nuestra culpa, tienen muchas razones.
(Espido Freire, «Ceguera», La Razón)

1a
El tema es la responsabilidad de España sobre su participación en la guerra de Iraq y el posterior atentado terrorista del 11M.
La estructura del texto es inductiva, puesto que la tesis se presenta al final.

1b
En la estructura externa observamos varios párrafos (cada vez más cortos) escritos en prosa, y, entre paréntesis, el nombre de Espido Freire, emisora del texto, el título y el periódico donde fue publicado.
Para seguir con la estructura interna, en el plano fónico-gráfico observamos un paréntesis en el primer párrafo, que emplea la autora para hacer unas aclaraciones; predomina la entonación enunciativa, aunque hay algunas oraciones dubitativas que evidencian la función expresiva —lo que sirve a la argumentación—, junto a interrogativas indirectas —que, con su función apelativa, también contribuyen a argumentar.
Continuando con el plano léxico-semántico, observamos el uso de términos cargados connotativamente (matanzasdesgracia) y una adjetivación valorativa (pasivo, desgarrador) sirven para mostrar la subjetividad de la autora y tanto su rechazo ante la ceguera de la sociedad española como su tristeza ante los acontecimientos del atentado del 11 de marzo de 2004. Además aparecen una gran cantidad de sustantivos abstractos (dolor, culpa) que hacen visible el carácter generalizador de la reflexión de Espido Freire, lo que acerca este texto al ensayo. Aparecen varios nombres propios (Michael Moore, Inglaterra, Afganistán) y gentilicios, rasgos propio de textos periodísticos, ya que sitúan al lector en el contexto de su realidad. El registro empleado es estándar, con alguna palabra menos común (como catarsis) pero, en general, el lenguaje necesario para que los lectores entiendan el texto. Hay diversos campos semánticos como el de la guerra o el terrorismo (atentado, sanguinario, heridos, víctimas...), el de la política (gobernantes, políticos, referéndum), que dan cohesión al conjunto.
En cuanto al plano morfosintáctico, encontramos diversos aspectos interesantes: en primer lugar, el uso de la primera persona del plural en pronombres (nos) y verbos (podíamos), con los que la autora hace partícipes a los lectores de sus ideas —función apelativa, texto argumentativo—. En cuanto a los tiempos verbales usados, destaca algún presente atemporal (es) con el que Espido Freire reviste sus propias opiniones como verdades irrefutables, así como la abundancia del pretérito perfecto simple (hicimos) y el pretérito imperfecto (merecíamos) para conectar el pasado con el presente. La sintaxis es compleja: hay yuxtaposición, coordinación y subordinación para hilar mediante razonamientos lógicos el discurso, y que resulte bello y elaborado.
En el plano pragmático-textual, podemos decir que es un texto coherente, puesto que tiene tema y estructura, adecuado, por tratarse de la opinión reflexiva de una escritora en un diario español y ser un asunto de interés (especialmente cuando se publicó, puesto que los atentados del 11M eran un suceso reciente), y está cohesionado de diferentes maneras. En primer lugar, mediante los mencionados campos semánticos, así como repeticiones (guerra, cruel), deixis externas (ahora) e internas anafóricas (pronombre la en la línea 6), y marcadores textuales, entre los que destacan los adversativos (pero, sin embargo) característicos —de nuevo— de la argumentación. Emplea asimismo el argumento de autoridad cuando cita a Michael Moore casi al final. La relación emisor-receptor es la de una autora que incluye, e incluso intenta provocar cierto sentimiento de culpa, o dudas, en sus potenciales lectores (españoles) sobre quién tuvo la culpa de aquellos atentados, o si la ciudadanía no supo aceptar/reconocer su responsabilidad en el conflicto armado con Iraq.
En cuanto a las inferencias, el final del segundo párrafo está cargado de ellas: ¿somos los españoles tan indolentes y pasivos, como plantea la autora? ¿Qué es lo «real» que podríamos o tendríamos que haber hecho para impedir la guerra?, ¿hubiera servido de algo...? Estas preguntas darían para varios comentarios de texto aparte.
El texto, que está dotado de un visible carácter literario —rasgo que comparte con el ensayo—, presenta unas cuantas figuras literarias. Entre ellas, varias enumeraciones como la del primer párrafo con el adverbio ahora. Paralelismos, como en la línea 21, polisíndeton en la 5, y anáforas como la del final del segundo párrafo. Todo ello contribuye a remarcar el estilo literario de la autora, que es una conocida novelista, ganadora del premio Planeta en 1999, para hacer más atractivo su escrito.

1c
La modalidad del texto, sostenida en la subjetividad de sus argumentos, el uso connotativo del lenguaje, la inclusión de los lectores mediante la 1.ª persona, y mucho de lo analizado en la pregunta anterior, es argumentativa. En cuanto a la tipología, se trata de un texto periodístico, ya que apareció publicado en La Razón, diario español de tirada nacional, y por su extensión, se puede afirmar que se trata de un artículo de opinión.

2
Espido Freire comienza haciendo referencia a la injusta pero inevitable desgracia que significaron los atentados islamistas del 11M. Después reflexiona sobre las causas de dicho suceso. Para ella la respuesta está en la inconsciencia de los españoles (ciudadanía y clase dirigente) ante lo que suponía apoyar la guerra de Iraq. No rechazar esas operaciones militares nos hizo cómplices de dicho conflicto, y por lo tanto, las consecuencias terroristas no debían sernos ajenas.

domingo, 13 de octubre de 2019

Comentario de texto para el martes

¿Qué es lo privado en nuestros días? Una de las involuntarias consecuencias de la revolución informática es haber volatilizado las fronteras que lo separaban de lo público y haber confundido a ambos en una representación en la que todos somos a la vez espectadores y actores, en la que recíprocamente nos lucimos exhibiendo nuestra vida privada y nos divertimos observando la ajena en un strip tease generalizado en el que nada ha quedado ya a salvo de la morbosa curiosidad de un público depravado por la frivolidad.
La desaparición de lo privado, el que nadie respete la intimidad ajena, el que ella se haya convertido en un espectáculo que excita el interés general y haya una industria informativa que alimente sin tregua y sin límites ese voyerismo universal es una manifestación de barbarie. Pues con la desaparición del dominio de lo privado muchas de las mejores creaciones y funciones de lo humano se deterioran y envilecen, empezando por todo aquello que está subordinado al cuidado de ciertas formas, como el erotismo, el amor, la amistad, el pudor, las maneras, la creación artística, lo sagrado y la moral.
Que los gobiernos elegidos en comicios legítimos puedan ser derribados por revoluciones que quieren traer el paraíso a la tierra (aunque a menudo traigan más bien el infierno), qué remedio. O que lleguen a surgir conflictos y hasta guerras sanguinarias entre países que defienden religiones, ideologías o ambiciones incompatibles, qué desgracia. Pero que semejantes tragedias puedan llegar a ocurrir porque nuestros privilegiados contemporáneos se aburren y necesitan diversiones fuertes y un internauta zahorí como Julian Assange les da lo que piden, no, no es posible ni aceptable.
(Mario Vargas Llosa, «Lo privado y lo público», El País, 16/I/2011)

domingo, 6 de octubre de 2019

MÁRGENES y FALTAS FRECUENTES

Una puntualización que quiero hacer sobre los márgenes.
Cuando os digo que en mis exámenes (y por consiguiente, en las entregas de textos argumentativos y comentarios de texto —que son ejercicios que luego caen en dichos exámenes—) tenéis que dejar muy poco margen, lo digo porque en la prueba de Lengua castellana y Literatura II (EVAU) el papel de que disponéis es escaso —4 caras— y hay que aprovecharlo al máximo; de lo contario, no os entrarán todos los contenidos que hay que volcar en esta prueba.
Esto no quiere decir que sea el margen que hay que dejar, generalmente, al presentar textos formales de otro tipo: trabajos, cartas, currícula, etc. Sino que es el margen mínimo que os pido que dejéis para (de)mostrar que habéis dejado un espacio de cortesía, pero que no podéis dejar más espacio por una cuestión de «supervivencia» académica.
De tal modo, que el margen izquierdo para mis pruebas debe ser de entre 7 y 10 milímetros. El margen derecho puedo ser, incluso, menor: entre 4 y 7 mm.
Un margen apropiado, elegante, para otro tipo de textos puede estar en los 20 milímetros, aproximadamente, en el lado izquierdo. Y de 7 a 10 en el margen derecho. Arriba, entre 10 y 20 milímetros.

Además, aprovecho para recordar algunas faltas de ortografía que me encuentro con frecuencia:
1. «Sobre todo» (locución adverbial) se escribe separado; se puede escribir junto cuando es sustantivo —prenda de vestir— pero me temo que casi nunca lo usáis con esta acepción.
2. Repasad los usos de «sino» y «si no» (o recordádmelo y lo vemos en clase), por favor.
3. Lo mismo con los cuatro tipos de «por qué», «porque», «porqué», «por que». Miradlo en algún manual de ortografía, o lo repaso yo en clase, pero no lo dejéis pasar porque me sigo encontrando errores con estas palabras.
4. Repasad las reglas de acentuación de diptongos e hiatos. Se os siguen olvidando muchas tildes a este respecto, y esto supone muchos puntos perdidos.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Comentario de texto para el viernes 4 de octubre

EL ASCENSO CHINO

China ha experimentado una profunda transformación en los últimos 70 años. Desde que Mao Zedong proclamara la República el 1 de octubre de 1949 en un paisaje de miseria y desolación posterior a una larga etapa de guerras y revoluciones, hasta hoy, cuando ha sacado de la pobreza a centenares de millones de sus habitantes, se ha situado en cabeza de las tecnologías de inteligencia artificial y se ha convertido en una superpotencia económica y comercial capaz de desafiar la hegemonía de Estados Unidos.

El ascenso de China se ha traducido también en una abierta ambición hegemónica asiática, especialmente en los mares circundantes, y en un proyecto de globalización de matriz china, expresada en unos planes de infraestructuras y de inversiones que alcanzan a todos los continentes. Si hay algo inquietante en este ascenso, por el momento económico, es la facilidad con que Estados Unidos ha tirado la toalla del multilateralismo y ha renunciado a su papel de árbitro en Oriente Próximo, dejando vía libre al protagonismo de Pekín, mucho más estratégico que la Rusia de Putin en el aprovechamiento de las debilidades occidentales.

También es inquietante, naturalmente, la rígida estructura del poder, organizada alrededor del partido comunista, todavía más compacta y jerarquizada bajo la batuta de un dirigente salido de la élite fundadora maoísta como Xi Jinping, directamente inspirado en el dogmatismo y en el culto a la personalidad del fundador. Especialmente, porque desmiente las esperanzas de una evolución del régimen hacia las formas de democracia liberal que algunos esperaban de la globalización y de la implantación de una economía de mercado. Nada recogía mejor estas benévolas expectativas como el principio un país, dos sistemas, que iba a permitir la progresiva integración pacífica de la antigua colonia de Hong Kong en un país progresivamente abierto al mundo.

Esta decepción democrática ha quedado reflejada de forma brutal en el contraste de ayer entre las celebraciones de la plaza de Tiananmen, donde Xi Jinping presidió un gran desfile militar, el habitual baño de masas disciplinadas, y pronunció un discurso de encendida retórica nacionalista, y las manifestaciones cada vez más radicalizadas de miles de jóvenes en Hong Kong en favor de las libertades, secuestradas por el sistema indirecto impuesto desde Pekín.

Siendo el país más poblado del mundo, desde hace años presenta unas cifras espectaculares de crecimiento —durante el primer trimestre de este ejercicio fue del 6,3% pese a las amenazas de guerra comercial con Estados Unidos—, con un desarrollo material y tecnológico que ha transformado tanto la sociedad china como la imagen que el gigante asiático proyecta al mundo. En pocas décadas, ha pasado del subdesarrollo y la irrelevancia internacional más allá del teatro de operaciones regional a ser un país con interés estratégico mundial y un liderazgo en investigación y desarrollo —es el caso del 5G— que lo coloca en una de las posiciones dominantes ante la próxima revolución tecnológica mundial.

Se trata de un modelo de gestión que choca con un lado oscuro: todos esos logros han sido alcanzados bajo un sistema de férreo control ideológico, con graves violaciones de los derechos humanos en el interior y una política de hechos consumados y amenazas veladas en el exterior. Un millón de ciudadanos chinos de la etnia iugur han sido internados en “campos de reeducación”, el Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo agonizó en la cárcel en 2017 y la doctrina comunista es la única permitida en todo el país. Pekín está desarrollando unos mecanismos de control de los ciudadanos —reconocimiento facial, huella digital— más propios de una distopía novelesca que de un país que es una potencia mundial. China ha demostrado su eficacia durante estos 70 años, una transformación que no se corresponde, sin embargo, con el más mínimo asomo de intención democratizadora. (El País, 2 de octubre de 2019)