viernes, 22 de diciembre de 2017

Comentario de texto A

Para quien quiera adelantar en estas vacaciones la primera entrega de comentario de texto:


El fútbol es el más democrático de los juegos. Si por “demos” entendemos pueblo, y si dejamos que el pueblo incluya a los pobres, entonces la democracia impera en el fútbol porque es el deporte de los pobres. Ningún otro deporte ha penetrado tanto en la favela, en el arrabal, en el barrio obrero. Un puñado de chiquillos mal calzados o descalzos se juntan en cualquier rincón del mundo y echan un partido con que sólo tengan algo esférico, ni siquiera un balón, que compartir, perseguir y meter entre dos piedras, que bien valen de portería. Ningún deporte ha sacado a más gente de la pobreza. Y como la pobreza se empecina en su vocación de universalidad, y se extiende como una mancha de aceite por doquier, allí le sigue este juego democrático del balompié.
Pero no es un juego igualitario. Antes bien, es un juego meritocrático y, en esa misma medida, jerárquico. De pequeños, dejábamos elegir los equipos a los dos mejores del grupo, echándolo a pares y nones y no a los pies. Entonces, cada uno iba eligiendo al siguiente mejor para terminar invariablemente escogiendo al considerado peor. Y ése, cruel destino meritocrático, acababa casi siempre de portero. A partir de ahí, los buenos jugadores ejercían el mando constituyendo una suerte de aristocracia: ellos se buscaban, pedían la pelota, driblaban y chutaban. Y si fallaban, no pasaba nada. Los buenos eran admirados y en consecuencia gozaban de amplio respeto, un respeto que a menudo se prolongaba más allá de la cancha. Con infantil naturalidad, los niños creábamos una suerte de gobierno de los mejores, una pirámide de mando aristocrática. Y la cosa funcionaba así porque no podía funcionar de otra manera: estaba en la naturaleza de las cosas.
También el fútbol profesional, democrático por su origen, es aristocrático en su despliegue cotidiano. En todo equipo, el talento sobresale y marca la diferencia. Ese que puede solucionar un partido, ese cuya ausencia se nota, ese que hace la parada decisiva. Ese lleva los galones especiales, su mérito lo encumbra. Si hay varios tenderán a formar lo que Panzeri llamó una camarilla,  un equipo dentro del equipo, un grupo gobernante. Son mejores, mandan más, ganan más. Lo saben. El resto del equipo también. Y lo saben el entrenador, el cuerpo técnico, la presidencia, la grada. Es un hecho innegable y evidente.


“Fútbol y pedagogía: una reflexión a partir de Panzeri”, epílogo de Andrés de Francisco (UCM) en Fútbol, dinámica de lo impensado, de Dante Panzeri, 1967, Editorial Capitán Swing



Una posible resolución a este comentario :
1a. El fútbol, un deporte democrático pero no igualitario.
      Por su estructura lógica es deductivo: cada párrafo plantea una tesis y esas ideas principales están al inicio de los tres y se desarrollan después. Por lo tanto, se puede decir que tiene un progresión temática de tipo enlazado.
2. En cuanto a la estructura externa, el texto consta de tres párrafos: el primero defiende la que el fútbol es democrático, en tanto que lo juega gente de todos los estratos sociales. El segundo plantea que es un juego meritocrático: se reproduce un patrón aristocrático entre mejores y peores jugadores. Y el tercer párrafo aúna las dos tesis anteriores en el fútbol profesional.
1b.   Respecto al plano fónico, no hay nada llamativo, a excepción de que predomina la entonación enunciativa.
         En el plano léxico-semántico, destacan dos campos semánticos: el del fútbol ("portería, balompié, entrenador, chutaban", etc.) y el de lo sociopolítico ("democrático", "aristocracia", "meritocrático"...) y, dentro de este, se centra en las clases más desfavorecidas ("pobres, arrabales, favelas, pobreza", etc.). También hay muchos elementos connotativos, como por ejemplo, "se empecina" (línea 7), que permite inferir un sarcasmo, ya que se da a entender que algunos piensan que la pobreza insiste machaconamente en universalizarse, como si fuera cosa suya y no del sistema en que vivimos. "Cruel" también es otro adjetivo connotativo porque expresa cómo el autor ve esta situación, que para otros puede ser normal. Otros elementos valorativos se expresan tanto en adjetivos ("igualitario, peor, buenos, mejores") como en sustantivos ("talento, diferencia, galones") o adverbios ("invariablemente"). El registro es estándar, con presencia de algún tecnicismo como "driblaban" o "meritocrático".
       En cuanto al plano morfosintáctico, las personas utilizadas son la tercera (de singular y plural) y la primera de plural inclusivo ("entendemos, dejábamos"), que pretende aproximar al receptor a los planteamientos del autor. Los tiempos verbales utilizados son el presente de indicativo, tanto en el primer como en el tercer párrafo: en algunos casos este presente es de tipo atemporal (como en la primera y la última oración del texto; probablemente para dar como ciertas sus afirmaciones, a lo que contribuye también el empleo del indicativo); y el pretérito imperfecto, también del indicativo, en el segundo párrafo.
        Respecto al plano pragmático-textual, se logra una adecuada cohesión mediante distintos mecanismos, como el uso de marcadores discursivos: copulativos ("y, entonces, también"), adversativos ("pero") o consecutivo ("en consecuencia"). También hay deixis interna, pero no externa: por ejemplo "ése" que se refiere al [jugador] peor de la oración anterior. Y el uso de repeticiones (aparecen bastante "fútbol" y "bueno/s"), sustituciones por sinónimos u otras expresiones: el más destacado es el cambio de "fútbol" por "juego del balompié". El texto es adecuado en el contexto en que se encuadra, ya que aspira a llegar a un amplio espectro de lectores, por eso está publicado como epílogo de un libro de Dante Panzeri. El autor trata de exponer su opinión particular sobre un tema general y conflictivo como es el del fútbol.
          Por último, el plano estilístico no es muy relevante, aunque hay alguna de metáforas: extenderse como una mancha de aceite (al final de primer párrafo), la comparación de la aristocracia con los buenos futbolistas, o una antítesis en la mitad del segundo párrafo ("mejor-peor").

1c. Se trata de un texto humanístico, del ámbito sociológico, ya que analiza un deporte (el deporte rey) pero desde la perspectiva de su papel en la sociedad. Además se trata de un texto híbrido, entre argumentativo y descriptivo/expositivo, ya que da su opinión particular, intenta convencer dando argumentos (los más evidentes son los de autoridad que cierran los párrafos dos y tres) y describe los comportamientos sociales que se dan en esta actividad humana. La principal función es la expresiva: hacernos partícipes de sus ideas, pero también están la representativa (exposición del estado de las cosas), la apelativa (uso de la primera persona de plural) y la metalingüística (por ejemplo, cuando define la expresión "demos").

(Otro 2) El autor, Andrés de Francisco, habla del fútbol: primero explica lo que supone este deporte para las clases bajas, señalando que es universal y cualquiera lo puede jugar. Luego dice que es jerárquico ya que los que juegan bien son los que mandan y eligen los equipos y, por último, extrapola ambas ideas al fútbol profesional, ya que el que más talento tiene es el que destaca por encima de los demás.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Documental sobre

el Quijote: enlace a la página en la que podéis terminar de ver el documental sobre el magno libro de Cervantes que hemos empezado hoy a ver en clase los de 1.º Bachillerato.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Nuevas acepciones en el DRAE

El DRAE (Diccionario de la Real Academia [de la Lengua, se entiende]) cada cierto tiempo acepta incluir nuevos étimos [palabras] en su corpus. De vez en cuando esto genera algún artículo en prensa que da cuenta de ello. En esta ocasión se trata de este. ¿Incluiríais vosotrxs las palabras heteropatriarcado, huérfilo, aporofobia? ¿Sabéis lo que significan?

sábado, 9 de diciembre de 2017

Algunas consideraciones sobre el arte

Este artículo contiene algunas reflexiones interesantes sobre los límites del arte. Se ciñe más a la cuestión museística pero podrían hacerse analogías con el terreno de lo textual.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Algunos errores y erratas que he encontrado en los exámenes

Aprovecho el blog para comentar algunos errores (que habéis cometido) o erratas (que había en alguno de mis temas) para que los evitéis en el futuro.
ERRATAS
En el tema 1: Modernismo y Generación del 98, puse en una nota que el Parnasianismo comienza en 1830: Es incorrecto: este movimiento comienza alrededor de 1850 (en 1852 concretamente) y alcanza su esplendor entre 1866-76.
En el tema 2, cuando analizo la figura de Juan Ramón Jiménez (ojo: a muchxs os falta la tilde del apellido), los versos que cito contienen una errata: «Chorreo luz: doro el lugar oscuro,// trasmito olor:  la sombra huele a Dios,//...»
Uno de los ultraístas se llama Guillermo de Torre (sin artículo); y otro es Juan Larrea (NO Juan de Larrea). Lo escribí mal en los apuntes que os pasé.
ERRORES
LOS TÍTULOS DE OBRAS SE SUBRAYAN (repito esto por enésima vez, y no será la última). Los periódicos y revistas no: solo en mayúscula (la revista España en el caso de Luces de bohemia).
Hablando de esta obra: la palabra "esperpento" no se escribe con mayúscula: es un sustantivo común que ya existía antes de que la utilizara Ramón María del Valle-Inclán (este autor se escribe con guion entre ambos apellidos y artículo contracto, y tildes en "María" y en "Inclán") para su estética con el significado de la acepción 1 del DRAE. No va con mayúscula porque es un uso particular del término: igual pasa con la "nivola" de Miguel de Unamuno (se escribe en minúscula).
Los nombres de los movimientos artísticos ponedlos con letra mayúscula (aunque yo no lo hacía en todos los casos en mis temas): Modernismo, Generación del 98, Novecentismo, Vanguardias, Futurismo, Generación del 27, Ultraísmo (con tilde), Dadaísmo (con tilde), Expresionismo (casi nadie se ha acordado de esta), Surrealismo, Creacionismo, etc.
Los Novecentistas no deshumanizan el arte sino que analizan ese hecho: el arte, la literatura se habían deshumanizado y ellos (Ortega en concreto) estudia dicho fenómeno.
El artículo contracto "del" se escribe junto: no "de el".
La locución "sobre todo" se escribe con dos palabras: un sobretodo (junto) es un abrigo: dudo que utilicéis esta acepción.
La palabra "acerca" se escribe junta: no "a cerca".
La palabra "denotativo" se escribe con una sola N.
Atención a la concordancia entre sujeto y predicado: a veces un sujeto plural tiene un verbo en singular.
Cuando habláis de Juan Ramón Jiménez, evitad decir (en su tercera etapa) solamente que es egocéntrica --aunque lo pone en el tema, pero no pone solo eso-- porque resulta un tanto fuerte. Añadid otros calificativos antes de llegar a ese.
Es famosa la costumbre de Juan Ramón Jiménez de escribir J cuando suena como G (por ejemplo, nostaljia), pero no es su única peculiaridad ortográfica:  también escribía las X como S: esacto.
El libro de Lorca Poeta en Nueva York no tiene artículo inicial.
El libro de Ortega y Gasset (es un solo autor) España invertebrada tampoco lleva artículo inicial.
En Luces de bohemia ("bohemia" con minúscula), cuando salen Max y Latino de casa del primero a la librería, no van a vender obras originales de Max sino que van a vender libros suyos de 2.ª mano: es decir, no son libros escritos por él sino libros comprados por él, de los que se quiere deshacer y que don Latino ha malvendido (en connivencia con Zaratustra).

sábado, 11 de noviembre de 2017

Nuevas formas artísticas

A veces me preguntáis qué está pasando en la literatura actual. Aquí os enlazo a un artículo sobre nuevas manifestaciones del teatro, la poesía, la performance... Nadie sabe a ciencia cierta cómo llamar a lo que se está haciendo en la escena contemporánea. Y, además, si leéis el artículo, no está exento de polémica.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Ejemplo de la pregunta crítica de un libro de lectura

Os (re)copio aquí un ejemplo de respuesta a la pregunta 5b de la EVAU: 
  1. Comente los aspectos más relevantes de la obra de los siglos XVIII o XIX que haya leído en relación con su contexto histórico y literario. (1 punto)
En este caso se trata de una valoración crítica del libro de Gustavo Adolfo Bécquer intitulado Rimas (siglo XIX), que probablemente habéis leído en 4.º ESO. Esta respuesta es de una compañera del instituto de hace unos años. Como veis, no se trata tanto de un texto cargadísimo de datos (aunque los hay), referencias o detalles minuciosos, sino que lo interesante es cómo va relacionando muchos aspectos del poemario de Bécquer con su contexto (lo que se pide), yendo y viniendo de un apartado a otro. Es una posibilidad de respuesta, no la única ni la mejor: por eso cada unx de vosotrxs debéis redactar la vuestra, personal e intransferible. Os puede servir como modelo para lo que tenéis que hacer vosotrxs con Luces de bohemia. Además podéis comprobar que más o menos tiene la extensión de lo que cabe en la cara manuscrita de un folio, que es lo que debería ocupar.


    A finales del siglo XVIII, la Declaración de Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa pusieron en práctica los principios de liberalismo, la libertad individual, la igualdad ante la ley y la soberanía nacional. El movimiento cultural que se originó fue el Romanticismo, que supuso una ruptura con las reglas establecidas y la expresión de los sentimientos.
    Las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer pertenece a este movimiento. Esta obra, compuesta por 76 poemas, se caracterizan por la sencillez, la brevedad y la absoluta sinceridad, y refleja el aprecio que este autor sentía por la poesía tradicional. Esto se plasma en el uso predominante del cuarteto con rima asonante en los pares y la polimetría en los versos. Suele haber una estructura que comienza hablando de cosas generales para terminar en lo particular, es decir, el “yo”. Una de las figuras más utilizadas es el paralelismo acompañado de la anáfora. Destacan también las exclamaciones e interrogaciones retóricas (propias del Romanticismo), el hipérbaton («del salón en el ángulo oscuro»), la antítesis (yo/tú, llorar/reír) y la naturaleza simbólica. La principal finalidad de este autor es llegar al lector desde el intimismo, y no intentar que, por escribir de sentimientos, el lector se conmueva o se altere. 
    En cuanto a la estructura de la obra, comienza con una introducción sinfónica en la cual Bécquer afirma la constante lucha entre los sentimientos del poeta, sus ideas y su expresión, poniendo de manifiesto la dificultad de poner en palabras sus emociones. Además aquí también afirma que quiere que tras su muerte (aspecto por el que está bastante preocupado)  quede esta obra como una memoria del mismo, ya que refleja su parte más inconsciente, la más íntima y verdadera.
    Se podría dividir la obra en cuatro bloques. El primero compuesto por las rimas I-XI trata el tema de la propia poesía, su belleza («si hay belleza, hay poesía») y su inspiración.  La rima II es una descripción de sí mismo, un poeta sin rumbo. El segundo bloque compuesto por las rimas XII-XXIX trata el tema del amor ilusionado ya que lo compara con la naturaleza y hace mucho hincapié en los ojos de la amada. Este es un amor ideal, imposible. El tercer bloque compuesto por las rimas XXX-LI trata el desengaño amoroso: el dolor de la infidelidad, el anhelo por el pasado, el arrepentimiento por ser orgulloso. El último bloque trata del dolor y la angustia existencial. Se relacionan fenómenos de la naturaleza, como los huracanes, con el interior del poeta. Este teme a la soledad en el presente y  está frustrado por la muerte futura.

    Bécquer era un autor con un pensamiento realmente complejo, que a su vez vuelve complejo el mundo que le rodea y además supuso un gran cambio respecto al Romanticismo. Conseguía trasmitir sus sentimientos de forma sencilla y hoy es considerado un precursor del simbolismo. Por ello tuvo un gran éxito en su época y fue fundamental en Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o algunos de los poetas del 27 (Cernuda o Salinas lo citan en sus obras). En la actualidad este libro es una de las colecciones poéticas más leídas y apreciadas.

Ejemplo de texto argumentativo

Cuelgo acá un texto argumentativo (pregunta 3 de la EVaU) de un compañero de 2.º Bachillerato de Humanidades —Edu Rus—, hecho en el espacio-tiempo de un examen real y que me parece muy acertado. El enunciado de la pregunta era el siguiente:
3. Elabore un texto argumentativo a favor o en contra de que el éxito en el deporte no se basa solo en el físico. [2 puntos]

     El deporte requiere habilidades físicas, técnicas y tácticas. Algunos llegan a la élite por designio divino, porque ya tienen un talento especial. Otros llegan mediante esfuerzo y ambición.
     El físico, claro está, ayuda a mejorar el rendimiento de un deportista, pero eso no lo es todo. No se puede llegar a ser futbolista sin saber patear un balón y no se puede ser tenista sin saber coger una raqueta. Podrás correr más rápido, podrás tener más resistencia, pero si no tienes cierta técnica en un deporte concreto, de nada sirve. Es como si dijéramos que con solo el físico podemos optar a cualquier deporte; si fuese así, los futbolistas podrían dedicarse al baloncesto, los tenistas al waterpolo...
     Al contrario, solo con talento no basta para tener éxito ya que necesitas tener un cuerpo entrenado y en forma para poder competir a un alto nivel. En cualquier deporte, si solo aguantas la mitad del tiempo, no te sirve de nada. Jugarás esa mitad de maravilla pero la segunda mitad del acto te verás superado por otros deportistas que han empleado más tiempo en trabajar su físico.
     Esto no quiere decir que es necesario llegar al máximo en los dos aspectos. Puedes complementar trabajo y físico según lo que te exija ese deporte en concreto o esa posición. Al final el éxito está en la virtud y la virtud es una buena mezcla entre físico y talento.

lunes, 30 de octubre de 2017

viernes, 27 de octubre de 2017

Nuevo comentario de texto para 2.º Bachillerato Humanidades

Metáforas peligrosas: el cáncer como lucha



Ni el metro tiene boca ni las páginas tienen pies. Y, sin embargo, hablamos de la boca del metro y de pies de página. Son las metáforas: el mecanismo lingüístico por el que nos referimos a algo utilizando palabras que, en principio, usamos para denominar a otro objeto simplemente porque creemos ver entre ellos una cierta semejanza o paralelismo. Las aberturas en la acera para bajar al metro nos recuerdan a una boca y la parte inferior de una página está abajo, como los pies.
Cuando nos hablan de metáforas solemos pensar en poetas y figuras literarias, pero lo cierto es que nuestro día a día está cuajado de usos metafóricos. De hecho, la metáfora es uno de los mecanismos más prolíficos de producción de nuevos significados, tanto para denominar objetos tangibles como para hablar de conceptos abstractos: los relojes tienen manecillas, las revoluciones estallan, la ciencia avanza y el tiempo vuela.

El pasado 19 de octubre se celebró el día mundial contra el cáncer de mama, y, a raíz de la conmemoración, fueron varias  las voces críticas que se alzaron pidiendo abandonar de una vez la tan manida expresión de referirse al cáncer como si se tratase de una lucha:
El problema de hablar del cáncer en términos de lucha es, fundamentalmente, un problema de metáforas. Porque la metáfora de la batalla para hablar del cáncer (o de enfermedades graves y largas en general) no afecta solo a una palabra en concreto, sino que se extiende a todas las expresiones que se usan para referirse a la enfermedad: se lucha contra el cáncer, se gana la batalla contra la enfermedad, los pacientes son luchadores, son valientes, no se rinden. La metáfora bélica es ubicua e impregna todo el discurso en torno a la enfermedad.
Y es que el extraño poder de contagiarlo todo es una de las características de las metáforas. Los usos metáforicos no son elementos inconexos que van flotando por la lengua a la deriva: al contrario, las metáforas que se usan en una lengua para abordar un mismo tema tienden a ser coherentes entre sí y a conformar archipiélagos de significado que nos permiten atisbar cómo una comunidad de hablantes entiende el mundo. En español, por ejemplo, nos referimos al tiempo en términos muy parecidos a las palabras con las que nos referimos al dinero: el tiempo lo perdemos, lo malgastamos, lo desperdiciamos, lo ahorramos, lo invertimos. El tiempo es oro, o al menos se comporta como él en términos de combinatoria lingüística.
Paradójicamente, las palabras que utilizamos para hablar de dinero conforman a su vez otro florido ramillete de metáforas que nos sugiere que, de alguna manera, entendemos el dinero como algo líquido: decimos que el dinero fluye, que las familias no tienen liquidez, que hay que inyectar capital, que los salarios se congelan, que los bancos cierran el grifo, que las empresas se hunden, que la economía se estanca. Metáforas todas ellas que apuntan en la misma dirección: el dinero es agua.
Cuando una metáfora se ha apropiado de un tema, es difícil que lo deje ir y suele condicionar las futuras metáforas que surgen en torno a ese dominio. En los últimos años, hemos visto surgir una aún incipiente pero prometedora constelación de usos metafóricos constituida por las palabras que usamos para referirnos a internet: hablamos de internet como si estuviera físicamente arriba, y por eso subimos fotos a internet, nos bajamos música y guardamos nuestros archivos en la nube. Lo esperable es que las futuras metáforas sobre internet sigan esta senda y mantengan la idea de que internet es algo tangible que está encima de nuestras cabezas.
La belleza de las metáforas reside en que a través de ellas podemos observar cómo aflora la conceptualización que hacen del mundo los hablantes de una lengua. Pero las metáforas entrañan también un peligro: el de que nos atrapen, hasta tal punto que nos quedemos encadenados a la metáfora hasta que ya ni siquiera sepamos pensar fuera de ellas. Y esa es exactamente la crítica de quienes reclaman otras formas de hablar del cáncer más allá de la narrativa única que representa la enfermedad como si fuese una batalla. Hablar de la enfermedad en términos bélicos desencadena unas consecuencias semánticas sutiles pero poderosas: si el cáncer se vence, si los pacientes luchan, si hay una batalla que librar, si, en definitiva, el cáncer es una guerra, entonces envuelta en la metáfora se nos está colando subliminalmente la noción de que la muerte o la convalecencia son formas de fallar, de rendirse, de perder. De fracasar, al fin y al cabo.
Y es que creemos que somos amos y señores de nuestras metáforas. Pero, en realidad, son ellas quienes nos esclavizan a nosotros.

jueves, 26 de octubre de 2017

Poema de Olvido García Valdés

escribir el miedo es escribir
despacio, con letra
pequeña y líneas separadas,
describir lo próximo, los humores,
la próxima inocencia
de lo vivo, las familiares
dependencias carnosas, la piel
sonrosada, sanguínea, las venas,
venillas, capilares




Y adjunto el cartel de la mesa redonda del martes 31 de octubre de 2017 en el Centro Cultural José Saramago, a las 12.00 hs. Entrada libre hasta completar aforo (podéis decírselo a vuestras familias)

martes, 24 de octubre de 2017

Comentario de texto

Este es el texto que tenéis que comentar. 2.º Bachillerato. Preguntas 1a, 1b, 1c y 2 de la EVaU:
La luz
Cuando los asuntos adquieren una complejidad tal que parece imposible orientarse para encontrar una salida o concederse una reflexión, conviene regresar al origen. Se especula mucho con la dimensión de una sociedad actual concentrada en las redes sociales y los mecanismos del espectáculo visual. Convertidos los humanos en fotógrafos de sí mismos, elaboran una versión de la realidad manipulada y acotada para dar la imagen soñada de uno a los demás. Pero son tantas las derivaciones y los entrecruzamientos que a ratos muchas personas tienen la sensación de haber sido abandonados en mitad del tráfico de una enorme autopista de la que no saben no ya cómo salir, sino ni tan siquiera cómo ponerse a resguardo. Quizá por todo ello es el momento perfecto para sentarse a mirar las películas que los hermanos Lumière y sus talentosos operadores rodaron por el mundo en el nacimiento del cinematógrafo.
Se ha estrenado en salas la selección de un centenar de esas piezas por debajo del minuto de duración tejida y comentada por Thierry Frémaux. Más allá de los apuntes de la voz y la música superpuesta, no siempre demasiado enriquecedores, asombra que tras noventa minutos tu sensación sea de tal agrado que pensarías que apenas has consumido media hora. Porque uno de los efectos del cine es la suspensión ingrávida del tiempo. Resulta más ligera la sucesión de planos muchas veces estáticos en un blanco y negro primario que la mayoría de las secuencias elaboradas para televisión y cine actual con cientos de cortes y fragmentaciones de segundos. La aceleración nunca fue sinónimo de velocidad sino de confusión, por eso la gente más aburrida suele ser la que corre al hablar, como si le diera miedo que se entienda lo que está diciendo, y en cambio resultan amenos quienes tienden a expresarse con pausa y rigor.
Si aún no han ido a ver la película, corran a hacerlo. Y traten de arrastrar a los jóvenes que, nacidos en la esfera audiovisual, no se han preguntado jamás cómo sería el mundo antes de su retransmisión. En esa mezcla de antropología y placer que es la película ¡Lumière! Comienza la aventura hay contenido un ensayo sobre nuestra era. Nada mejor que remontarse a aquella pureza por mostrar lo que resultaba interesante, con aquellos encuadres y composiciones que arrancaban a proponer un lenguaje nuevo antes del barullo, para entender el efecto que esa invención ha tenido sobre nosotros. Cien años después todos llevamos algo parecido al cajón de los Lumière en nuestro móvil de bolsillo, pero braceamos para salir de la angustia oscura hacia alguna luz.
(David Trueba, El País, 24 de octubre de 2017)

POSIBLE RESPUESTA A LOS APARTADOS 1a, 1c y 2.

1a) TRES REDACCIONES DEL TEMA:
Una: Crítica de la complejidad del mundo actual en contraposición a la sencillez del anterior. 
Otra redacción del tema: desorientación ante los cambios tecnológicos (en concreto audiovisuales) y ejemplificado en el cine.
Otra: Posibilidades e interés del cine antiguo (mudo) en contraposición al mundo audiovisual en que vivimos.

1c) TIPOLOGÍA Y MODALIDAD:
En cuanto a la modalidad, es argumentativo: véanse la función apelativa del verbo en imperativo, el tipo de adjetivos, los elementos valorativos, y la subjetividad (intenta persuadirnos de las maravillas del cine mudo, y de la tecnología audiovisual del pasado).
El texto es periodístico, ya que ha sido publicado por un periódico generalista español, El País. Además, por lo expuesto en apartado 1b y en la modalidad, se puede afirmar que es de opinión. Esto a unido a su corta extensión me lleva a concluir que se trata de una columna.

2) TRES POSIBILIDADES DE RESUMEN:
Una: El texto trata sobre las diferencias entre la sociedad de antes y la actual, a raíz de la aparición de las nuevas tecnologías y redes sociales. El autor, David Trueba, recomienda a los jóvenes que vean una película que antologa la obra de los hermanos Lumiére. Ve en ella una vuelta a la pureza y el placer que antaño producía dicho espectáculo; y aboga por recuperar esa luz.
Otra posibilidad: El texto trata sobre la innecesaria y absurda complejidad del mundo actual; el autor se posiciona a favor de la pureza y sencillez de antaño. Para defender este argumento, pone como ejemplo el cine y las primeras piezas de los hermanos Lumiére.
Otra: El autor analiza la raíz del problema que tenemos con las nuevas tecnologías, en concreto el móvil y las redes sociales. Para ello se remonta al pasado de los dispositivos audiovisuales, el cinematógrafo. Afirma que el cine de los Lumiére es mucho mejor que las imágenes que tomamos ahora, a pesar de que hoy en día todo el mundo lleva una cámara en su móvil.

martes, 17 de octubre de 2017

Comentario de texto

Yo soy el que soy

 (Juan José Millás, El País, 14 de febrero de 2014)

Si hemos entendido bien el anuncio lanzado estos días por Coca-Cola a toda página, resulta que Coca-Cola no es Coca-Cola, de ahí que carezca de responsabilidades en los despidos que Coca-Cola pretendía llevar a cabo en algunas de sus plantas embotelladoras. Jamás se nos pasó por la cabeza, la verdad, que Coca-Cola no fuera Coca-Cola. Nunca el capitalismo indefinido se había expresado con esta claridad. Pero tal es el quid de la cuestión. Las grandes marcas, sin dejar de ser ellas, podrán no serlo en el futuro cuando las circunstancias así lo requieran. Es como si yo, que soy Juan José Millás, dejara de serlo cuando me pillaran atracando una mercería. Tras la acusación policial, lanzaría un comunicado de siete u ocho puntos explicando a la opinión pública que Juan José Millás no es Juan José Millás. Pidan ustedes responsabilidades por el atraco a la planta embotelladora de Juan José Millás.

Ahora bien, mucho me temo que esta nueva modalidad de existencia consistente en ser y no ser al mismo tiempo quedará reservada para las grandes fortunas. Las clases medias no dispondremos de medios para el alquiler de avatares que nos hagan el trabajo sucio. Si usted necesita romper con su cónyuge tendrá que hacerlo sin intermediarios. No le será posible ser sustituido por una planta embotelladora contratada para estos fines. No podrá solicitar el divorcio asegurando que usted, Francisco López García, por poner un ejemplo, no es Francisco López García en el momento de la ruptura. “Yo soy el que soy”, le dijo Dios a Moisés. Esta frase posee una carga semántica de tal naturaleza que ha recorrido los siglos siendo objeto de multitud de interpretaciones. Nadie había sido capaz de superarla. Nadie, excepto Coca-Cola, que al decir “Yo soy la que no soy”, ha colocado el listón en un lugar imposible de superar incluso para Dios.

domingo, 15 de octubre de 2017

¿Qué pasa con las mujeres en los libros de texto?

Os pongo en este enlace un artículo sobre una cuestión importante: la visibilidad de la/s mujer/es en los manuales de estudio con los que trabajamos en clase. Independientemente de lo que suceda en otras materias, entono el mea culpa por lo que (no) hay en los apuntes de la Marea Verde que usamos en Lengua. Pero para que no quede ahí enterrada la presencia de la/s mujer/es, tanto en la lingüística como en las letras o en otras disciplinas relacionadas con nuestra materia, propongo que busquéis información sobre los siguientes nombres y los añadáis a los temas, comentarios, textos argumentativos, etc. que vamos a trabajar durante este curso. Si además de los nombres que apunto, buscáis/encontráis más, serán bienvenidas.
Gabriela Mistral
Carmen Martín Gaite
María Zambrano
Gloria Fuertes
Olvido García Valdés
Luz Pichel
Chantal Maillard
Simone de Beauvoir
Concha Méndez
Maruja Mallo
María Teresa León
Rosa Chacel
Angélica Liddell
Julieta Valero
Ada Salas
Belén Gopegui
Blanca Andreu
Esperanza López Parada
Ernestina de Campourcin
Josefina de la Torre
Flora Davis
Angela Davis
Esther Ramón
Clarice Linspector
Alejandra Pizarnik
Marguerite Duras
María Moliner
Carmen Laforet
Ana María Matute
Sylvia Plath
María Lejárraga
Victoria Kent
Paca Aguirre
Isabel Escudero
Anne Carson

etc.

jueves, 12 de octubre de 2017

¿Leer? (de Juan José Millás)


A mí, de adolescente, me prohibieron las novelas




Juan José Millás firma esta serie, que se basa en los beneficios innumerables de la lectura y resulta un muy gozoso grito de viva a la literatura

El País, 21 de agosto de 2016

veces me llaman profesores de enseñanza media para que acuda a sus centros de trabajo e intente convencer a sus alumnos de que lean.
—¿De que lean qué? —pregunto.
—Cualquier cosa —dicen—. Novelas, por ejemplo.
A mí, de adolescente, me prohibieron las novelas. Las leía debajo de las sábanas, sujetando con los dientes la linterna con la que mi padre nos miraba la garganta cuando teníamos anginas. Mi padre no era médico: nos veía la garganta por vicio. Tampoco yo era un lector profesional. Me asomaba a la boca de los libros por una inclinación morbosa. Jamás pensé que esa actividad formara parte de mi educación, aunque más tarde comprendería que se empieza a leer por las mismas razones por las que se empieza a escribir: para comprender el mundo.
Iremos por partes, pero permítanme de entrada la afirmación de que el lector, como el escritor, nace del conflicto. Sin conflicto no hay escritura ni lectura. Leemos y escribimos porque algo no funciona entre el mundo y nosotros. El conflicto no desaparece al leer o al escribir, pero se atenúa de manera notable. Decía Blanchot que la página del libro (del libro literario, quiero decir, de la novela, del poema, del buen ensayo) tiene dos caras; en una se mira el escritor y en la otra el lector, aunque los dos buscan lo mismo: un espejo que les devuelva de sí y de la realidad una imagen menos fragmentada que aquella que sufren a diario. Tanto el uno como el otro, tanto el escritor como el lector, son bichos raros, personas difíciles que sufren desacuerdos graves con lo que les rodea. Y esos dos bichos raros se encuentran ahí, en el libro, que es también un lugar oscuro, un callejón, diríamos, allí es donde se encuentran.
El libro ha tenido siempre algo de callejón frecuentado por personas huidizas con tendencia, como decíamos, a la clandestinidad. Por eso, uno de los factores que más daño ha hecho a la lectura es el consenso respecto a sus virtudes. Cuando yo era pequeño, cuando yo era joven, la lectura no estaba muy bien vista. Los niños y los adolescentes lectores dábamos un poco de miedo a nuestros padres, a nuestros profesores. Ese miedo de los otros nos confirmaba que estábamos en el buen camino. Por haber, había incluso una lista, una bendita lista de libros prohibidos por el Vaticano, que eran, lógicamente, los que con más ansia buscábamos. Hoy, en cambio, todo el mundo asegura que leer es bueno. Lo dicen los padres, lo predican los profesores y lo corroboraría, si tuviéramos la oportunidad de preguntarle, el ministro del Interior. Con franqueza, si yo fuera adolescente, ni me acercaría a una actividad ensalzada por mis padres, por mis profesores y por el ministro del Interior. Me entregaría a los videojuegos, que producen aún mucha inquietud en las personas de orden.
Pero decía que me llaman a veces de los institutos de enseñanza media y yo acudo, no siempre con el mismo ánimo, para explicar a los jóvenes que la lectura es ya una de las pocas actividades transgresoras en una sociedad en la que prácticamente todo está permitido. O, peor aún, en una sociedad que es muy permisiva con lo que se debería prohibir y muy prohibitiva con lo que debería permitir. Les explico que los lunes por la mañana, cuando salgo a pasear por el parque cercano a mi domicilio, veo indefectiblemente rotos los cristales de una o dos marquesinas de autobús y tres o cuatro papeleras arrancadas de sus soportes. Son destrozos llevados a cabo durante el fin de semana por jóvenes que no son capaces de expresar su malestar de otro modo. Odian el sistema y apedrean por tanto los símbolos externos de ese sistema practicando un modo de delincuencia atenuada que les compensa momentáneamente del dolor de vivir en un mundo sin salida, sin horizonte moral o laboral, en un mundo loco.
Intento explicarles que lo que ellos toman como un acto de rebelión fortalece al sistema hasta extremos que no podrían ni imaginar. La sociedad, les explico, puede prescindir de otras personas, pero no de los delincuentes. «El delincuente —decía Octavio Paz en un ensayo de juventud— confirma la ley en el momento mismo de transgredirla». Les explico que cuando beben cuatro cervezas y arrancan de raíz ese semáforo con el que yo tropiezo el lunes por la mañana, están haciendo gratis algo por lo que les deberían pagar. Estoy convencido, les digo, de que si un día, de la noche a la mañana, desaparecieran los delincuentes, el Ministerio del Interior no tardaría ni 48 horas en convocar oposiciones para cubrir urgentemente todas esas vacantes.
El joven, pues, que el sábado por la noche se emborracha y que al amanecer, antes de regresar a casa, llena de silicona la ranura de un cajero automático para no irse a dormir sin haber contribuido a la liquidación del sistema, no sabe hasta qué punto está contribuyendo a reproducir lo que detesta. Ese chico no es peligroso; en realidad, es un funcionario que trabaja gratis para el sistema. Destroza el mobiliario urbano con el mismo gesto de rutina con el que el funcionario de Hacienda nos dice que volvamos mañana.
Cuando digo esto en institutos difíciles, aunque también en los de clase media, los chicos se quedan lógicamente sorprendidos. Les explico a continuación, porque así lo creo, que el joven verdaderamente peligroso es aquel que un viernes o un sábado por la noche se queda en casa leyendo Madame Bovary. Por lo general, no saben quién es madame Bovary, pero he comprobado les suena bien, por lo que no suelo cambiar de título.
Ese individuo que se queda a leer Madame Bovary, les aseguro, es una bomba. ¿Por qué?, noto que me preguntan con la mirada. Porque la realidad, les explico, está hecha de palabras, de modo que quien domina las palabras domina la realidad. Ellos dudan, claro, porque miran a su alrededor y no acaban de ver la relación entre la realidad y las palabras. Entonces les recuerdo el cuento aquel de Andersen, El rey desnudo, o El traje nuevo del emperador, según la traducción. Todos ustedes lo conocen. No me digan que no les resulta sorprendente el éxito de ese relato si consideramos que se narra en él la historia de un pueblo que ve vestido a un señor que va desnudo. Parece una historia inviable por inverosímil, pero lleva años cautivando a niños y a mayores de todas las nacionalidades. ¿Por qué?, me pregunto en voz alta delante de los alumnos a los que intento convencer de las bondades de la lectura. Pues porque lo que ocurre en ese cuento, respondo tras unos segundos de tensión teatral, es lo que nos ocurre cada día desde la noche a la mañana a todos y cada uno de nosotros: que salimos a la calle y vemos lo que nos dicen que veamos. Si la orden de ese día es ver al Rey vestido, lo veremos vestido, aunque vaya en pelotas. En otras palabras, vemos lo que esperamos ver. Y esto es así de simple y así de espectacular. Las palabras son generadoras de realidad. Y la ausencia de palabras también. Por eso invito siempre a los alumnos a preguntarse hasta qué punto es real la realidad.