Bueno, mañana miércoles 23 de abril es el día del libro (fecha en que murieron Cervantes y Shakespeare, ambos en 1616). La semana pasada murió Gabriel García Márquez, otro grandísimo novelista latinoamericano (está en el tema que os mandé: tendréis que actualizarlo con la fecha de fallecimiento) y prácticamente un clásico de la Literatura ya en vida. Ganó el premio Nobel en 1988 y su novela más conocida es Cien años de soledad (hay una exposición en un rincón de la biblioteca sobre un episodio de este libro). Aprovechad para comprar los libros que tengáis en mente porque hay un 10% en librerías. Y además se celebra la Noche de los Libros, con cientos de actos literarios de todo tipo en Madrid y Leganés. Podéis consultar el programa en www.madrid.org/lanochedeloslibros
Además aprovecho para colgar un artículo publicado hoy en El País de Rosa Montero sobre la última premio Cervantes: Elena Poniatowska, a la que se le entregará el gallardón mañana en Alcalá de Henares, y después comenzará la lectura ininterrumpida del Quijote. La columna no solo habla del premio y de la premiada sino también de varias cuestiones de género con las que estoy muy de acuerdo.
Elena
A las mujeres se les exige todo, una excelencia global que jamás se demandaría en un varón
Mañana le darán el Cervantes a Elena Poniatowska. El premio lo han
ganado ya 35 hombres; ella será la cuarta mujer. Tampoco hay más en el
premio de la Crítica: tres mujeres contra 63 hombres; en cuanto a los
Nacionales de Narrativa, en los 36 que hubo desde la Transición solo hay
dos escritoras. Una cosecha ridícula y que no refleja la realidad.
Hemos avanzado muchísimo en la demolición del sexismo, pero sigue
habiendo profundos prejuicios machistas (que también padecemos las
mujeres) que nos condenan a ser lo otro, lo ajeno, lo secundario. Ya se
sabe que, si una autora escribe una novela protagonizada por una mujer,
todos piensan que está hablando de mujeres; mientras que si un varón
escribe una novela protagonizada por un hombre, todos piensan que está
hablado del género humano. Cuando Elena ganó el Cervantes, oí decir a
algunos que no les parecía bien por las posturas políticas de
Poniatowska. Pero eso a los hombres no se les tiene en cuenta; por
ejemplo, no se dijo de Gabo, cuya línea ideológica me pareció a veces
disparatada, sin que ello mermara su altura colosal. Quiero decir que a
las mujeres se les exige todo, una excelencia global que jamás se
demandaría en un varón. Esto no es consciente; es una ceguera insidiosa
que nos impide ver con normalidad a las mujeres. Por ejemplo:
hace un par de meses hubo un manifiesto de mujeres contra la ley del
aborto de Gallardón, con más de 1.500 firmas, muchas muy conocidas. Solo
se publicó, con poca relevancia, en EL PAÍS digital. Un mes más tarde,
un grupo de hombres apoyó ese manifiesto con 350 firmas. Les dieron una
página entera, con foto, en EL PAÍS de papel. Ya ven, nosotras no
valemos tanto, casi se diría que no existimos. Menos mal que, de cuando
en cuando, se pone en pie una giganta como Elena. Lean su última novela,
Leonora. Disfruten de su fuerza narrativa, de su prosa perfecta.
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