Mientras en la ciudad australiana de Adelaida los termómetros superaban los 46 °C, en Chicago caían por debajo de los 30 °C. En la visión simplista del cambio climático que tiene Donald Trump, calentamiento global quiere decir calor y no frío, y por eso se permitió hacer broma. Pero el clima no está para bromas. Con estas manifestaciones extremas, cada vez más frecuentes, la Tierra se queja de la primera de las tres fracturas metabólicas a las que la humanidad la ha sometido en su afán por explotar los recursos naturales. Sobre esas fracturas escribe Joaquim Sempere en su último libro, Las cenizas de Prometeo.
La primera fractura es la energética y se produjo cuando la humanidad dejó de abastecerse de la energía procedente del sol, en una economía circular mediatizada por la fotosíntesis, y pasó a utilizar energías fósiles de forma masiva. Primero el carbón y luego el petróleo y el gas. A diferencia del modelo anterior, basado en energía renovable, las energías fósiles podían acumularse en grandes cantidades. Los avances científicos y el nuevo modelo energético permitieron el gran salto de la revolución industrial. Las consecuencias de las otras dos fracturas —el agotamiento de las tierras y los minerales— vendrán más tarde, pero las de la fractura energética ya están aquí. Cuanto antes emprendamos la transición hacia fuentes renovables y volvamos a una economía circular, mejor. Si no, lo tendremos que hacer a las bravas.
El problema es que no somos conscientes de la urgencia de actuar. El cambio climático es un fenómeno complejo que avanza de forma inexorable y que, a partir de ciertos parámetros, tiene efectos irreversibles. Joaquim Sempere utiliza una metáfora que ilustra bien la dificultad de percibir el riesgo en este tipo de dinámicas exponenciales: “Si en un estanque con agua crece un nenúfar y sabemos que cada día se duplica la superficie de agua cubierta por las hojas y que el estanque quedará totalmente tapado a los 30 días, ¿cuál será el día en que la mitad del estanque quedará cubierta? Respuesta: el día 29. El día 26 el nenúfar solo cubrirá 1/16 parte. Parecerá que estamos lejos del desenlace. ¿Y el día 27 solo una octava parte?”. ¿En qué día estamos en el avance exponencial del nenúfar del cambio climático en el estanque planetario? Puede que cuando percibamos la inminencia del peligro sea ya demasiado tarde. (Milagros Pérez Oliva, “El nenúfar del cambio climático”, El País, 7 de febrero de 2019)
viernes, 29 de marzo de 2019
lunes, 25 de marzo de 2019
Comentario de texto
El glutamato: un aditivo que potencia el sabor… y el hambre
El País, 13/12/2005
Hace ya cierto tiempo que los especialistas consideran que la epidemia de obesidad que afecta a los países industrializados no es sólo un problema de equilibrio entre las calorías que se ingieren y las que se gastan. Investigaciones realizadas en la Universidad Complutense de Madrid sugieren que la ingesta de alimentos que contienen glutamato monosódico, un potenciador del sabor conocido como E-621, despierta un hambre ansiosa, hasta el punto de que incrementa la voracidad en las ratas estudiadas en el 40%. Según estas investigaciones, el glutamato actúa sobre las neuronas de una región cerebral llamada el núcleo arcuato, e impide el buen funcionamiento de los mecanismos inhibidores del apetito. (…)
Como aditivo potenciador del sabor es muy utilizado en los restaurantes y también se añade a un sinfín de alimentos envasados o preparados, como las salchichas, las patatas fritas, los ganchitos, los quicos y demás aperitivos para adultos y chucherías para niños que se consumen profusamente. En el envase suele figurar que el producto contiene E-621, pero no la cantidad exacta. Por ejemplo, una ración de comida preparada a la que se le ha añadido glutamato lleva seis gramos de este producto por kilogramo. En el caso de las patatas fritas, se incluyen cuatro gramos por la misma cantidad y, en el de las salchichas, seis. (…)
Su uso creciente en alimentos envasados podría tener efectos graves indirectos sobre la tendencia a la obesidad al aumentar la sensación de hambre, y a partir de ciertas cantidades, también podría tener efectos tóxicos sobre el organismo del consumidor. "Hemos realizado", explica un investigador de la Complutense, "diferentes investigaciones con ratas adultas, en crías recién nacidas y en ratas gestantes, a las que hemos inyectado glutamato monosódico en altas dosis. En todos los casos hemos observado que modifica el patrón de conducta del apetito y la saciedad, y también hemos visto efectos neurotóxicos, mayores cuanto más inmaduro o vulnerable fuera el animal estudiado. Esa neurotoxicidad destruye partes del cerebro involucradas en el control del apetito y disminuye, además, la producción de la hormona del crecimiento, responsable de que haya más músculo y menos grasa. Y esto también lo hemos comprobado en ingesta por vía oral".
El País, 13/12/2005
Hace ya cierto tiempo que los especialistas consideran que la epidemia de obesidad que afecta a los países industrializados no es sólo un problema de equilibrio entre las calorías que se ingieren y las que se gastan. Investigaciones realizadas en la Universidad Complutense de Madrid sugieren que la ingesta de alimentos que contienen glutamato monosódico, un potenciador del sabor conocido como E-621, despierta un hambre ansiosa, hasta el punto de que incrementa la voracidad en las ratas estudiadas en el 40%. Según estas investigaciones, el glutamato actúa sobre las neuronas de una región cerebral llamada el núcleo arcuato, e impide el buen funcionamiento de los mecanismos inhibidores del apetito. (…)
Como aditivo potenciador del sabor es muy utilizado en los restaurantes y también se añade a un sinfín de alimentos envasados o preparados, como las salchichas, las patatas fritas, los ganchitos, los quicos y demás aperitivos para adultos y chucherías para niños que se consumen profusamente. En el envase suele figurar que el producto contiene E-621, pero no la cantidad exacta. Por ejemplo, una ración de comida preparada a la que se le ha añadido glutamato lleva seis gramos de este producto por kilogramo. En el caso de las patatas fritas, se incluyen cuatro gramos por la misma cantidad y, en el de las salchichas, seis. (…)
Su uso creciente en alimentos envasados podría tener efectos graves indirectos sobre la tendencia a la obesidad al aumentar la sensación de hambre, y a partir de ciertas cantidades, también podría tener efectos tóxicos sobre el organismo del consumidor. "Hemos realizado", explica un investigador de la Complutense, "diferentes investigaciones con ratas adultas, en crías recién nacidas y en ratas gestantes, a las que hemos inyectado glutamato monosódico en altas dosis. En todos los casos hemos observado que modifica el patrón de conducta del apetito y la saciedad, y también hemos visto efectos neurotóxicos, mayores cuanto más inmaduro o vulnerable fuera el animal estudiado. Esa neurotoxicidad destruye partes del cerebro involucradas en el control del apetito y disminuye, además, la producción de la hormona del crecimiento, responsable de que haya más músculo y menos grasa. Y esto también lo hemos comprobado en ingesta por vía oral".
miércoles, 6 de marzo de 2019
Lecturas varias
Un artículo sobre María Lejárraga.
Una columna sobre Walter Benjamin y Antonio Machado.
Otro texto sobre el «feminismo liberal».
Una entrevista a Chantal Maillard.
Y una noticia sobre la fecha del 8 de marzo como día internacional de la Mujer.
Una columna sobre Walter Benjamin y Antonio Machado.
Otro texto sobre el «feminismo liberal».
Una entrevista a Chantal Maillard.
Y una noticia sobre la fecha del 8 de marzo como día internacional de la Mujer.
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